República de Malta
Introducción
El lujo, según el país y la cultura, se llega a materializar de formas diferentes. Pero el concepto de fondo, la base, los fundamentos, son prácticamente los mismos. Es un hecho conocido, y paradójico, el que sea en ciertos países en vías de desarrollo, donde se encuentran las expresiones más exageradas del lujo.
Nuestra idea preconcebida antes de viajar a Malta: país bastante alejado de la media europea en cuanto a desarrollo, destino turístico “barato” para estudiantes de inglés que huyen de la lluvia de los países sajones.
Muchos de los prejuicios que rondaban nuestra cabeza se fueron cumpliendo. No obstante, nos sorprendimos con un país que ofrece, todo metido con calzador en un pequeño archipiélago bien poblado, una oferta extremadamente interesante de hoteles y restaurantes.
El país
Malta es un pequeño archipiélago compuesto por 11 islas, de las que destacan 3: Malta la más grande, Gozo y Comino.
Entre Italia, Túnez y Libia, es independiente desde 1964, y de la Unión Europea desde 2004.
Por su situación estratégica, ha sido utilizada por diferentes potencias a lo largo de toda su historia. Como hecho histórico destacado, fué la orden de Malta quien impidió el avance del imperio otomano que dominaba el norte de África, así como el avance mediterráneo de La Liga Santa, en la famosa batalla de Lepanto. En honor al Gran Maestre Jean Parissot de La Valette se dió nombre a la hoy capital del país.
Es en la isla de Malta donde se concentra la población, donde se encuentra la capital, el aeropuerto, y la mayoría de los destinos.
Comino está deshabitada, y es la más pequeña de las tres islas. Predomina el paisaje desértico como en todo el país, aunque está islita encierra uno de los mayores atractivos turístico del que más tarde hablaremos. Además de un hotel de 5 estrellas que no conozco, y que supongo que debe vender tranquilidad, el Comino Hotel.
Gozo, unida por el Ferry de Malta, es una mini representación de su hermana mayor, con algunos elementos interesantes que también iremos descubriendo a lo largo de esta historia.
Es importante mencionar que aunque las islas no son de origen volcánico, la arena en general brilla por su ausencia. Existen un número reducido de playas con arena, arena oscura además, que le dan al agua, e incluso al ambiente, un color diferente al existente en otras playas a las que podemos estar más acostumbrados.
A lo largo del relato, vamos a ir revelando algunos atributos, características y curiosidades comunes en Malta, que ayudan en su conjunto a disfrutar de las vacaciones.
Que nos encontramos al llegar
Lo primero, un aeropuerto bastante moderno y con pinta de nuevo. Aunque bajemos por la escalerilla y vayamos andando a la terminal, el aeropuerto en cuanto a calidad de instalaciones, no envergadura claro, no tiene nada que envidiar a otros en suelo europeo. Lo de no tener que esperar el finger, la verdad es que se agradece enormemente.
El idioma es extraño, parece que a veces lo entendemos, y a veces no, debido a que es una mezcla entre el italiano y el árabe.
El primer consejo, de los muchos que me voy a atrever a dar, es que alquilemos un coche. Si no lo llevamos ya alquilado, se puede gestionar en la mayoría de los mejores hoteles, estemos alojados o no. Y por unos poquísimos euros más, un GPS, es totalmente imprescindible.
En Malta, que yo conozca, existe una única carretera, que es necesario coger para ir a, no se si a todos los lugares más o menos turísticos, pero en mi caso así fué. A lo largo de dicha carretera se van sucediendo los diferentes pueblos o pequeñas, muy pequeñas, ciudades, playas y otros enclaves estratégicos que vamos a visitar.
- El primero por importancia, Valletta, o La Valeta según el idioma. Es la capital del país, con nombre de personaje ilustre. Algún restaurante muy interesante y una calle comercial es lo que nos ofrece esta ciudad.
- El segundo, pero el primero sin duda en belleza, Mdina. Es una ciudadela, extremadamente bien cuidada, por donde podemos pasear, preferiblemente de noche, sobre todo si vamos en verano, y donde se encuentran varios restaurantes que bien vale la pena conocer. Aquí encontramos uno de los primeros contrastes: tras el viaje por una carretera llegamos a un lugar que de noche se vuelve idílico, y con algún sitio impresionante para cenar.
- El tercero St. Julians. Esta es la nueva meca de los estudiantes que quieren aprender inglés (y es a partir de aquí donde los padres deberían dejar de leer), a la vez que toman el sol, y salen prácticamente a diario, al menos, en verano. De hecho, el turismo en Malta se está desarrollando en base a los estudiantes, cansados de las lluvias y cielos sajones.
- El cuarto, Melieha. Aquí podemos encontrar uno de los mejores restaurantes que he visitado nunca, en cuanto a servicio, carta de vinos y un sinfín de detalles. Además de una de las pocas playas de arena existentes en la isla.
- El quinto, Golden Bay. Esta es quizá una de las mejores playas.
- El sexto, de donde salen los barcos hacia Gozo y hacia Comino.
Los hoteles
Es curioso como en medio de la aparente nada, donde llegamos a trompicones, lo primero que nos encontremos sea un hotel de una bastante nueva construcción. Están presentes cadenas como RIU, o Radisson-SAS. Los hoteles que no perteneces a ninguna cadena tienen la mayoría, dentro de un orden claro, un aspecto bastante apetecible.
Y es que, en cada uno de los puntos enumerados justo arriba, existe un pequeño, o mediano o incluso, gran complejo hotelero, en alguno de los casos, rodeados de poco más.
En la isla de Gozo, existe un Kempinski con bastante buena presentación, al menos en la página web: el Hotel San Lawrenz. www.kempinski-gozo.com
En St. Julians, donde nos hospedamos, existe una buena oferta de hoteles a precio bajo, y de otros algo más caros. Los más baratos, a modo de aparta-hotel, están tomados por los estudiantes.
La cadena Hilton se encuentra representada por un hotel sito en un complejo llamado Portomaso, que tiene un aspecto muy nuevo, donde además encontramos el único rascacielos de la isla, así como un casino.
Le Meridien
De familia americana, este hotel se encuentra situado a 5 minutos andando de la zona de marcha de St. Julians. Tiene dos entradas, una en la calle principal que da acceso a un mini-centro comercial. La principal, la que nos lleva directamente a recepción, se encuentra en la calle de atrás, algo despoblada. En frente justo de la puerta, un parking vacío con unas señales que amenazan con multa, pero tranquilos…
La entrada da acceso a un bonito hall. A la izquierda, el bar del hotel que se presenta de forma muy agradable. Recto, una bonita terraza, y a la derecha la recepción.
El servicio es bastante bueno en general, pero no es característica del hotel, sino del país. Bueno en cuanto amabilidad, aunque según los lugares/servicos, es más o menos inexperto.
Tras andar por un pasillo adornado por una alfombra bien hortera, nos encontramos con habitaciones más o menos amplias, con un baño aceptable. En la puerta no pone la categoría, por Internet, se cuentan 5 estrellas. Los precios del hotel son bastante variables, dependiendo de la ocupación, como es normal. Como consejo, reservar siempre por alguna de las páginas de Internet, donde se pueden obtener descuentos importantes.
Por lo que pagamos, el hotel está bien. Por 200 € la noche que cobraban mientras estábamos alojados (preguntamos por curiosidad), no tanto.
Para el ocio, las instalaciones son dos, un SPA gratuito y por lo tanto regular, y una piscina en la terraza. Aunque estas piscinas suelen impresionar, también suelen ser pequeñas y, en este caso, estaba siempre llena.
En definitiva, un hotel correcto sin grandes alardes. Quizá se echa de menos un buen jardín, bueno quizá no, seguro, aunque cómodo y conveniente si conseguimos un precio razonable.
De la misma familia, podemos encontrar The Westin Dragonaza, también en St. Julians, con una oferta mayor en cuanto a lujo de instalaciones, y por supuesto de precio.
Los restaurantes
Pensábamos que nos iba a costar encontrar un buen restaurante. El mayor miedo se basaba en que el servicio de conserjería del hotel nos enviara a los típicos sitios turísticos. De hecho, no esperábamos que hubiera una oferta que nos llegara a sorprender.
GPS en mano, nos dirigimos a una calle perdida en Valeta. Tras llegar a un fondo de saco oscuro, estábamos dando la vuelta para irnos cuando nos fijamos que el restaurante que nos habían recomendado (y reservado) se encontraba en un segundo o tercer piso.
Giannini
Tras la puerta, un ascensor nos conduce al comedor del restaurante. Lo más llamativo del lugar: unas vistas realmente espectaculares de la ciudad. Las mesas estaban dispuestas unas detrás de otras, en diagonal, de forma que al menos dos personas pudieran disfrutar de las vistas. Una mampara separa una terraza donde solo cabe una fila de mesas.
Del restaurante, poco más que decir, una carta de vinos bastante simple con muchas referencias del país, pasta, algunas ensaladas y pescados. Para nada podemos decir que disfrutamos de una mala cena, pero desde luego no nos conquistaron por el estómago.
El servicio, extremadamente amable, pero extremadamente inexperto, demasiada espera entre plato y plato.
En suma, la cena fue muy agradable, con una temperatura genial, en un lugar que aprobó el examen, en buena parte, por las bellas vistas y amabilidad del personal. Se notaba que como buen negocio familiar, el matrimonio convertido en inversor, se encontraba presente.
Algo que sacamos en claro es que el vino blanco maltés, que nos acompañaría a lo largo de todo el viaje, era una interesante opción por explorar. Se presentan tipos como chardonnays y algún sauvignon, a buen precio, que pasan el corte. Los mejores, algunos de la marca Marsovin (cada uno que elija su tipo de uva preferido) o Gran Cavalier. Os recomendaria el Antonin Blanc o el Gran Cavalier Sauvignon Blanc.
El segundo día, el “briefing” al amable conserje del hotel fue categórico: muy bien lo de ayer, para hoy nos gustaría si cabe algo mejor. Este fue el preciso instante donde lo descubrimos…
The Arches
En la pequeña ciudad de Melieha, a 25-30 minutos del hotel entre baches y curvas con más baches, llegamos a The Arches, restaurant and wine bar rezaba el blanco cartel con letras negras.
Toda la entrada es una barra, como de un bar de buen nivel, con varias mesas. La amabilidad personificada nos recibe para acompañarnos a la mesa dentro del comedor. Aunque antes decidimos ir a lavarnos las manos: la grasa del coche nos alcanzaba casi hasta los codos, ya que de camino tuvimos que cambiar la rueda pinchada por la terrible carretera.
El local tiene una decoración exquisita, donde los tonos rojos oscuros y negros predominan. El comedor está dispuesto con muchas menos mesas de las que cabrían, logrando una agradable sensación de intimidad.
El suelo de moqueta, o de tarima según la estancia donde nos encontremos, así como la decoración de las paredes y la iluminación controlada consiguen una estancia 100% relajante y bonita, que combina un ambiente clásico, con una sensación de modernidad. Al fondo, una cristalera que deja ver una cava de vino preciosa, que nos adelanta lo que la carta de caldos nos cuenta.
Algo recurrente en Malta, una carta que no presenta una extensa oferta de platos. Nos sorprendió ver unos 5 entrantes, 3 o 4 platos de pescado y otros tantos de carne. El problema es que, aunque eran pocos, cada uno sonaba, incluso en inglés, mejor que el anterior.
Tras un aperitivo muy bien recibido, una crema caliente, probamos unos trigueros servidos con una salsa de setas en una especie de volován gigante, sencillamente deliciosos. Aunque no viene en el menú adjunto, igual fue una nueva propuesta de este verano.
Quisimos compartir algún segundo, y aquí descubrimos otro elemento recurrente del país. Lo primero, decir que no entendían bien a que nos referíamos con eso de pedir un segundo de entrante, y menos para compartir. Al ver proposiciones tan diferentes, nuestra idea era cenar 4 platos y compartirlos todos. El caso es que en Malta, el mismo plato no cuesta lo mismo si se pide de primero o de segundo. Supusimos que la ración seria distinta, aunque aun hoy no lo sabemos. En definitiva, nos sirvieron todo en platos individuales desde la cocina, no el camarero en la mesa, algo que no veo mal. Luego nos cobraron lo que les dio la gana y ya está, imposible entender la cuenta.
A destacar la cantidad de guarniciones que acompañaba cada plato. Una carne puede venir acompañada de hasta 4 o 5 elementos como vegetales, un puré de patatas, mermelada y una pasta enrollada, por poner un ejemplo.
Todo lo que probamos estaba cocinado de manera exquisita: el buey, la pasta marinera, el pescado. Así como los postres. La presentación de los platos está casi tan cuidada, o más que el propio el local. De postre, siguieron deleitándonos, en este caso, con una combinación de chocolates.
Todo esto está muy bien, pero alguien se preguntará, ¿con que lo maridamos? La carta de vinos quizá sea la mejor y más completa que he visto nunca. Con referencias de casi todas partes del mundo, Sud-América, California, Francia, España,…. Optamos, porque no, por un Malbec. Esta uva, aunque originariamente de Francia, se ha adaptado a las tierras argentinas. Lo cierto es que casi todas las referencias de la carta eran excesivamente caras, también las españolas claro, bastante típicas para un español y bastante caras. El Malbec rondaba los 20 € y nos pareció una buena opción. Y tan buena, los 20 € se multiplicaron por las varias botellas que cayeron. Un vino delicioso con un sabor suave, fácil de beber pero con buen sabor a vino y agradable al gusto. Perfecto para acompañar el mosaico de diferentes tipos de comida de la cena.
Normalmente, con cartas tan abultadas, suelen fallar algunas referencias. No fue tal el caso, incluso aunque repetimos. ¿Igual, hubiera habido más problemas con referencias más caras?
La exquisitez con la que sirven el vino tampoco es fácil de encontrar: lentamente, y no escanciando literalmente la botella en la copa, hasta servir la cantidad justa. Se esmeraban en dejar la botella siempre con la etiqueta de frente.
Nos llamó la atención el hecho, que se repitió en algún otro de los restaurantes que visitamos. De hecho, muchos protocolos de cómo actúan los camareros, las cartas y demás elementos aquí mencionados, se repiten en varios lugares. Supongo que han adoptado dichas maneras como en España tenemos las nuestras.
La selección de espirituosos fue muy destacable igualmente, de segundo postre, un buen licor de malta, de entre los que pudimos escoger entre marcas de la altura de Oban.
En resumen, The Arches es uno de los mejores restaurantes que he podido visitar. Tanto licor y tanto vino y tanta comida terminaron traduciéndose en una cuenta de 80 € por persona, que desde luego mereció la pena pagar. Tanto que repetimos otra noche. El servicio, siempre encima pero sin estarlo, amables a rabiar, el local, la comida, los vinos, todo. Quedamos muy sorprendidos de tener que venir a Malta para encontrarnos un restaurante así.
El tercer día, el briefing fue dejaba aún menos dudas que el segundo: el sitio de ayer nos encantó y nos sorprendió, hoy queremos sorprendernos de nuevo.
Restaurante De Mondion en el Hotel Xara Palace
Dentro de la ciudad fortificada de Mdina, cuyas calles recuerdan a las de la castellana ciudad de Toledo, se erige un pequeño hotel de la cadena Relais Chateaux, The Xara Palace.
La puerta se encuentra en una pequeña placita con una sola calle de salida, donde hay una terraza de un restaurante con toda la pinta de italiano. Tenía buena pinta pero vamos… cuando entramos a preguntar por nuestra reserva en el restaurante De Mondion al recepcionista, a este le faltó saltar el mostrador para acompañarnos a un ascensor que subía directo a un comedor vacío. Evidentemente el restaurante de abajo no era, pero, un comedor vacío? Tras atravesarlo, nos acomodaron en una increíble terraza, instalada en lo ancho y largo de la muralla. Con una altura de al menos 20 metros al suelo y unas vistas al infinito.
La carta, bastante parecida a la The Arches, en cuanto a extensión, complicación a la lectura y buena pinta. Lo cierto es que, quizá porque el día anterior estuvimos en un sitio espectacular, la impresión general no fue como hubiera cabido esperar. Aunque la comida fue deliciosa, estos también 80 € nos dejaron un sabor de boca algo diferente a los del día anterior.
Elementos muy parecidos: un servicio exquisito, unos platos de valor variable según si son primero o segundo, guarniciones por todos lados, buena presentación, … Sin duda, un sitio a conocer, con un emplazamiento totalmente privilegiado. Quizá lo peor, la carta de vinos: escueta y cara.
Al irnos, el recepcionista tuvo la amabilidad de abrirnos una habitación. Con precios de 250 € en adelante, disponían de habitaciones también en lo todo lo alto, a la altura del restaurante, con un jacuzzi en la terraza. Aunque las habitaciones no eran especialmente grandes ni modernas, el encanto está asegurado.
El resto de restaurantes
Poca mención especial merecen el resto de lugares que visitamos, quizá salvo uno. En St. Julians, varios italianos muy vistosos por fuera, pero bastante regulares por dentro.
En Mdina conocimos un último lugar llamado Bacchus. Un lugar precioso, con una carta bien extensa. La comida, algo más de guerrilla. Mucho más barato que el resto, desde luego un buen sitio para disfrutar de una buena velada. Sobre todo, por la situación en Mdina, el local en si, y la siempre presente amabilidad del servicio maltés. www.bacchus.com.mt
Aunque lo cierto es que en cada rincón del país se puede comer de forma decente. Perdidos en el último pueblo al norte de Gozo (Masalfom, que recomiendo visitar), o en el italiano del hotel Radisson a pie de la playa de Golden Bay, la mayoría de los restaurantes están gestionados de una manera solvente que nos permite poder comer o cenar sin grandes alardes, pero de forma conveniente, en cualquier lugar.
De marcha en Malta
Sin duda, la batalla se libra en St. Julians, en Paceville, que es como se llama la zona donde se encuentran los locales nocturnos. Poco más de 100 metros de calle que parecen la torre de babel. Estudiantes de todas las nacionalidades, salvo británicos claro, se mezclan en una ristra de locales pared con pared. A 2,5 € la mini-copa, tenemos bares para todos los gustos, mas ruidosos, menos, mejor o peor puestos, mas iluminados, o menos.
Existen dos repletos de españoles, Fuego y Diablito. Son los que más tarde cierran, aunque por norma, todos tienen que cerrar a la misma hora, las 3 o 4, creo estos nunca lo hacen, por eso digo creo. Es como si tuvieran un permiso especial en forma de lo que todos pensamos, si.
No existe duda de que es un lugar curioso, bullicioso y divertido. Lo más curioso es que casi todos los que ahí nos encontramos, cualquier día de la semana en verano, tienen clase al día siguiente. Supongo que será trasnochar, y por los 2,5 € de las mini-copas, que en el avión de vuelta todo el pasaje iba tosiendo y ronco de garganta.
Aunque existe una opción algo diferente. Os acordáis de Portomaso, pues en el único rascacielos de la isla, en planta 22 existe una discoteca llamada Twenty-Two. Sin duda, choca hacer cola en la puerta y entrar por el típico hall de edificio de oficinas, para subirnos en un ascensor que nos eleva directos a la discoteca.
Aquí podemos encontrar un buen servicio de mesas, una decoración con sillones de oficinas más o menos cómodos, y unas vistas que serian mejores si los cristales estuvieran más limpios.
Es una discoteca pequeña, pero con buena música, donde nos podemos mezclar con algunos clientes malteses y en general gente de mayor edad.
Al margen de St. Julians, solo fuimos capaces de encontrar jaleo en un único lugar. Resulta que los domingos, casi llegando a Mdina, se monta una mega-fiesta en un lugar al aire libre. No es que fuéramos los únicos españoles, sino que éramos los únicos no malteses. Para quien lo aprecie, el Disc Jockey era famoso. Mucha música electrónica, y mucha gente. Aunque al ser tan grande el recinto, podemos huir de la pista si queremos para tomarnos una copa en el jardín. Os recomiendo que preguntéis en la recepción o en la conserjería de vuestro hotel: ¿Por dónde sale la gente de aquí los domingos?
Las atracciones turísticas
Sin duda las primeras más buscadas son las playas, ya que de arena, yo solo conocí tres. Para que nos hagamos una idea, en St. Julians no hay. Las playas son como diques desde los que saltar al mar y volver a tierra por unas escalerillas. Para llegar a alguna de verdad tenemos que pasar unos 25 minutitos en coche. O bien unos 45 en unos autobuses que se parecen mucho a los que se usaban en España antes de la guerra.
Golden Bay es la más bonita, dividida en dos por unas rocas, se puede aparcar en uno u otro lado. Arena amarilla más bien oscura, y un agua hiper caliente en verano conforman una playa agradable, sin mucho más que añadir. Quizá, que esta sea la que más llena de gente joven está.
En Melieha se encuentra la segunda, mucho menos ancha y más incomoda y con al agua algo sucia. Esta playa parece ser más típica entre malteses.
La tercera, en Gozo, bien escondida pasando el pueblo de Nadur. Quizá la más bonita de las tres por ser totalmente natural, sin ninguna construcción alrededor. El mar está algo más movido, supongo que porque está más desprotegida. Lo peor, llegar: para ir a Goza hay que coger un ferry.
En Comino tenemos el Blue Lagoon, que es un lugar, el único supongo, donde la arena del fondo tiene un color más claro, y crea un color de agua más parecido al concepto mallorquín. Cerca del ferry para Gozo, se encuentran varios puntos desde donde salen barquitos para Gozo, multitud de ellos.
La visita se hace muy incomoda porque arena, no hay. Tenemos tres opciones: rocas, un dique infestado de gente o un secarral de matojos. Donde mejor se está es en el agua. Desde un punto de belleza natural, merece la pena porque hay varias cuevas e incluso alguna se puede atravesar nadando y aparecer en mar abierto. Os recomiendo ir con zapatillas, nada de valor y bien comidos.
En Valeta tenemos una calle comercial, con tiendas más bien poco conocidas. Parece el único sitio donde se puede comprar, yo no planificaría un día para pasar ahí, más bien un par de horitas y listo.
Lo bueno de Malta es que todo está cerca. Se tarda por la precariedad de la carretera. En un mismo día podemos ir a la playa, comprar algo en Valeta y cenar en Mdina por ejemplo (si hemos alquilado coche claro, con GPS, estos consejos son lo más valioso aquí escrito)
Para ir a Gozo si hace falta, al menos una tarde. El ferry a la ida, no suele tener mucho follón pero la vuelta es terrible. Tras pasar unas horas en la playa, decidimos perdernos por la isla ante la gran cola de coches existente. A la vuelta de la cena, la cola había crecido. Aunque descubrimos un pueblo muy agradable al noroeste de la isla llamado Masalfom, con un buen número de sitios donde poder comer algo.
Lo único que nos quedamos con ganas de hacer, es coger un barco nocturno, donde dan de cenar y de beber, más que nada, por el placer de navegar de noche.
Otro consejo, cuidado con las multas. Los carteles en el parking en frente del hotel están puestos para los vecinos. En todo el resto de la isla, es muy fácil que nos pongan una multa. Son de poco importe, pero una tras otra, duelen. Y aquí que cada uno haga lo que quiera, lo normal es que nos llamen de la empresa de alquiler al tiempo de volver porque les están llegando.
Conclusión
Termino como empezaba. En Malta hay lujo. Lujo en forma de buenos hoteles, en forma de buenos restaurantes y en forma de una amabilidad exquisita del servicio autóctono. Pequeños detalles como la forma de dejar el vino siempre de cara, el pararse el camarero aunque vaya cargado con manteles para dejarnos pasar, y otros no tan pequeños, hacen que pueda afirmar que Malta es un destino al que seguro volveré. He pasado por alto el clima, que en verano, es igual al que nos podemos encontrar en una típica zona de playa española.
Existe otro tipo de turismo: aquel para los amantes del buceo, por lo que Malta es también famoso.
Es un país que sin duda no ha llegado a los estándares europeos en cuanto a desarrollo, pero que está explotando un doble turismo, barato y otro de mayor nivel, de manera inteligente. A dos horas y media de avión, vuelo directo con Vueling (ojo, sólo en verano) hasta octubre y a horas intespectivas, se puede disfrutar de una escapada interesante de un fin de semana o más días.
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