Babylon Bar – Pantai Cenang – Langkawi – Malasia
Octubre 9, 2012 por naialor
Categoría Asia, Asia, By Diego Cabrera, Copas
Corte el teléfono luego del reto de Pablito! Me comentaba, y con razón, que hacia bastante que no escribía ningún articulo. ¿Acaso por falta de tiempo?
Y con esa idea me fui a dormir….
Paseando por las playas de Pantai Cenang en Langkawi (Malasia) y casi de de casualidad, encontré un espectacular “chiringuito” Babylon Bar, en el numero 1 de Babylon Garden. El nombre y unas banderas muy coloridas colgadas me llamo la atención.
Me acerque a su entrada, que era en realidad la de la tienda. Realmente fantástica. Se presenta con una variedad de productos y ropas de materias primas recicladas. De fondo sonaba True to my self cantada por Ziggi Marley. Lo que le aportaba al lugar un encanto extra.
La dependienta, que aparecía y desaparecía con la misma facilidad, me recomendó un fantástico disco de Balok People, para satisfacer mi instinto musical y ampliar mi colección.
Pero lo mejor de todo se escondía detrás de una cortina de caracoles. Fue entonces cuando me di cuenta que había entrado por la salida.
Un esqueleto de edificación de dos pisos, aspirante a mansión en alguna época dorada, se erguía delante con el orgullo que aun le quedaba.
En la segunda planta a la distancia se podía divisar, entre unas cortinas, unas cuantas tiendas de campaña, -¿será una comunidad hippie?- me pregunté y pregunté. Cuando lo hice me miraron tan raro, como si algo fuera de lugar hubiera dicho.
Haciendo caso omiso a ese desplante, seguí caminando por un sendero en dirección a la playa, pase por una combi de los años 70, completamente abandonada y toda pintarrajeada de manera muy divertida con el nombre del lugar en uno de los laterales. Al acercarme me di cuenta que hacía las veces de “portal” para una “granjita” que se escondía detrás de ella; cabras y gallinas convivían como si sus compañeros no existieran y sin prestar atención a las decenas de curiosos que se acercaban a mirarlas, como si ya se hubieran acostumbrado a estos y a ser fotografiadas.
Bueno, los hippies si lo fueran…… tienen el desayuno garantizado, dije para mi!
La parte baja de la edificación era completamente diáfana; ni siquiera el hueco de la escalera estaba ocupado, salvo por una reemplazante de esta, de madera colocada a modo de parche, la sala estaba llena de cojines y candelabros, mesas de madera y troncos a modo de taburetes. Pegada a esta había una barra muy divertida y a esta otra casita, cerrada de canto a canto.
En frente y como compitiendo con ella, otra edificación también de dos plantas pero mas rústica, completamente de madera, decorada con carteles e instrumentos musicales y pareos muy coloridos en los techos.
En la parte de abajo estaba la supuesta cabina de Dj’s y un escenario que hacía pensar en que pasaría en este lugar por las noches…
La entrada principal, por la que se accede desde la playa, esta coronada por una jubilada tabla de surf que mira hacia el mar, tal vez esperando la ola perfecta que la devuelva a, por lo menos, pensar en su juventud, también con el nombre de Babylon.
Después de hacer una o dos preguntas, y salir por la entrada, me propuse volver por la noche.
Guau…..fue mi reacción. Todas las velas estaban dispuestas como cual ceremonia o rito sagrado.
De fondo ya sonaba la mejor música electrónica, a un volumen que hacia ver que lo importante es el diálogo, acompañada por un saxo y unos bongos. En la barra el barman, atosigado, disparaba a diestro y siniestro sus brebajes (20 MYR=5 EUROS) la carta de cócteles se presentaba en un viejo vinilo y contaba con una veintena de estos. Yo me pedí un planters punch que estaba realmente muy bueno.
Los coloridos cojines habían desaparecido debajo de cuerpos inertes. Y hermosos narguiles exhalaban su rico humo a los más divertidos.
La casita cerrada se había convertido en un improvisado restaurante gestionado por dos escandinavas increíbles que, quien sabe…, habrán querido cambiar sus monótonas vidas de despacho por este paraíso. En el se vendían desde ensaladas de todo tipo, como la de rúcula, piñones, tomate secos y vinagreta de miel (15 MYR) que me comí. Hasta perritos y hamburguesas. Todo presentado con el entusiasmo, la profesionalidad y el gusto que le suelen imponer a la gastronomía las personas que recién se incorporan a esta profesión y hacen un todo más cuidado, más cariñoso.
Una señora, o eso creía hasta que lo vi de cerca, hacia malabares con todo tipo de artilugios con fuegos, luego pasaba el gorro y a ver quien le dice que no le da dinero. El chico que estaba a mi lado se le ocurrió darle una moneda pequeña. Cuando llego mi turno creo que le di el billete más grande que disponía en ese momento.
Los idiomas más tradicionales, para nosotros, y exóticos se conjugaban en una noche con un cielo completamente estrellado y con una energía y buena onda increíble.
Caminando por la arena que iba desprendiendo sus últimos alientos de calor después de un día de unos 35 º y donde a la tarde se hacia imposible caminar descalzo ahora se tornaba prácticamente obligatorio. Me recorrí todo el recinto, había alrededor de ciento y pico de personas.
-¡Qué pena que esta es la última noche en Langkawi!- volví a decirme, ¡pero que linda noche para terminar esta etapa de mi viaje!
Me desparte bruscamente con el timbre de la puerta, y caminando hacia ella me dije: que lindo sueño, ¿por qué no cuento la última noche en Langkawi en BABYLON?
Bien…, ¡a ver como cuento eso!