El Celler de Can Roca – Girona (España)
Marzo 26, 2015 by marylebone
Categoría Cataluña, España, Especiales, Restaurantes, Restaurantes con Salones Reservados, Resto de España
Después de haber comentado recientemente nuestras experiencias en restaurantes similares en cuanto a calidad y reconocimiento como Arzak (ver aquí nuestro artículo) o Diverxo (ver aquí nuestro artículo) tocaba el turno de hablar de El Celler de Can Roca, uno de los mejores restaurantes del mundo, un establecimiento que ha llegado a liderar la lista de ‘50 Best Restaurants in the World’ y que desde hace años mantiene el privilegio de ostentar 3 Estrellas Michelin. Pero hablar de El Celler de Can Roca es hablar de la casa de la familia Roca, la tercera generación ligada al negocio de hostelería ahora abanderada por los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca. Habiendo aprendido el oficio desde niños y llegado a un punto de sofisticación y reconocimiento máximo hasta el punto de convertirlo en un referente a nivel mundial El Celler de Can Roca ha sabido conservar fielmente la filosofía familiar del antiguo Can Roca y todo ello en un local moderno en perfecta armonía con el tipo de cocina que se ofrece. Si bien conseguir mesa es una quimera con no menos de unos cuantos meses de antelación la espera por una de las mesas más demandadas del mundo realza la experiencia integral de la que uno disfruta en El Celler de Can Roca.
Localización de El Celler de Can Roca
Ubicado en el barrio de Taialà, en las afueras de Girona y cerca de Can Roca, la casa de comidas regentada por los padres de los hermanos Roca, la dirección exacta del restaurante es:
Dirección: Calle Can Sunyer, 48 – 17007 Gerona/Girona (Espana)
Teléfono: +34 972 22 21 57
Web: http://cellercanroca.com/index.htm
El horario de apertura es de martes a sábado en horario de comidas y cenas permaneciendo cerrado únicamente los domingos y lunes así como durante el mes de Agosto.
Historia de El Celler de Can Roca
Que hay detrás de un restaurante que recurrentemente figura en la terna de mejores restaurantes del mundo? La respuesta inicial es humildad ante todo.
Ya puede estar hoy en día pisándole los talones a Noma – el restaurante danés al frente del cual se encuentra René Redzepi – como mejor restaurante del mundo y que en el pasado fuese a la inversa que El Celler de Can Roca seguirá siendo la continuación de una historia familiar mediante la cual los 3 hermanos Roca han sabido coger el testigo de 2 generaciones y llevarlo a cotas insospechadas.
La aventura comenzó en 1993 con el primer local abierto por Joan – el cocinero – y Josep Roca – el sumiller – y tuvo su punto y seguido en 2006, momento en el que se empezó a gestar El Celler de Can Roca tal y como lo conocemos hoy en día. Y entre medias muchos hitos, reconocimientos y, sobre todo, la adición de Jordi, el tercer hermano, como maestro repostero y alma mater de la heladería Rocambolesc.
En definitiva una historia plagada de humildad combinada con creatividad fomentada no sólo por los 3 hermanos Roca sino por todo un equipo multidisciplinar pleno de talento y entusiasmo.
Ambiente de El Celler de Can Roca
Si por algo destaca El Celler de Can Roca es por su equilibrio, un equilibrio plasmado en una cocina y un local en perfecta armonía donde todo parece ‘maridar’. La personalidad de los hermanos Roca cuenta y mucho contribuyendo cada uno en su campo – cocina, bodega y repostería – a dicho equilibrio.
La actual ubicación del Celler de Can Roca se ubica en un terreno en donde se encuentra emplazada la torre de Can Sunyer, el único vestigio original al que se añadió posteriormente una construcción moderna y acorde a lo que el restaurante pretendía ofrecer a sus clientes.
Un rótulo en una pieza de madera es lo primero que uno se encuentra a la llegada al restaurante y, tras pasar por una especie de pasadizo estrecho, se llega a una especie de patio en el que se divisa la construcción anteriormente mencionada.
Es una zona ajardinada en la que no faltan las flores, añadiendo mucho colorido y alegría al ambiente.
La construcción que alberga el local es acristalada y orientada de tal manera que se perciba el entorno ajardinado, tanto el frontal como el que se ubica a modo de huerto detrás de la mencionada torre.
En el exterior se ubica el porche, lugar por donde se accede al local principal, y continuación natural del mismo como lo es igualmente de una buena comida que se precie.
No es de extrañar que El Celler de Can Roca destaque por su luminosidad y una quietud interior conferida fundamentalmente por la distribución de sus mesas a modo de mini-reservados.
En el acceso destaca igualmente la cava de puros, en una sala flanqueada por las impresionantes bodegas y que destaca por el intenso color blanco en contraste con el colorido de las botellas.
Los colores de la sala combinan blancos y maderas aumentando la sensación de luminosidad anteriormente descrita.
En contraposición en cuanto a luminosidad se refiere se encuentra la recepción y las distintas salas aledañas, decoradas con colores totalmente opuestos a los de la sala. Sirve de antesala al ‘sancta sanctorum’ del local: la cocina.
Es la sala de máquinas y el corazón del local y donde en particular Joan y Jordi junto a sus equipos dejan su impronta particular. Con vistas al huerto experimental antes mencionado.
Para darnos una idea de la importancia de la misma nada mejor que sus más de 200 metros cuadrados, únicamente superados por los de la bodega – casi 250 – y doblando el espacio de comedor.
En la cocina nada se deja a la improvisación y el orden aparente es más que destacable toda vez que los que allí trabajan casi superan a los 45 comensales que se pueden acomodar en las 12 mesas del restaurante.
Carta de El Celler de Can Roca
La carta de El Celler de Can Roca la define la R de tres patas o a modo de centro de mesa y que representa las tres rocas, una por cada uno de los hermanos. Cada uno de ello deja su impronta en una cocina de vanguardia en donde la calidad de la materia prima, la innovación y la creatividad se combinan con el equilibrio y armonía antes aludidos.
Desde hace ya un tiempo en El Celler de Can Roca no hay carta y sí 2 menús – el Clásico y el Festival – que se pueden o no maridar con una selección de vinos.
La verdad es que uno tiene tiempo más que suficiente – el plazo de reserva se abre con once meses de antelación a la misma – para definir por que opción, maridada o no, optará en su visita al restaurante.
Los hermanos Roca tienen claro que su restaurante es su casa y Girona es el lugar en donde siempre estarán. Pero son igualmente conscientes de que una cocina que no evoluciona y que no innova, que no trasciende fronteras y entabla relación con otras cocinas del mundo, es una cocina condenada a perecer.
Por ello todos los veranos cogen sus bártulos y se van por el mundo adelante – el último año fue el turno de Estados Unidos, México, Colombia y Perú – tratando de enriquecer sus creaciones y avivar su creatividad.
La gira ‘Rocambulante’ choca con la más que frecuente práctica de los grandes restauradores por abrir locales por el mundo adelante y se trata de una manera de compartir y aprender no antes vista y que se plasma año tras año en los menús que se ofrecen.
Dado que una comida o cena a la carta no es posible pasamos directamente a narrar nuestra reciente experiencia.
Nuestra experiencia en El Celler de Can Roca
Después de la tan larga espera y tras la presentación de rigor en la recepción comenzamos la experiencia gastronómica en el mencionado porche con unos vermús a modo de aperitivo mientras disfrutábamos del buen tiempo reinante.
De la luminosidad exterior pasamos a la no menos luminosa ubicación interior, en parte gracias a las enormes cristaleras con vistas al exterior.
Nos sentamos en una mesa situada a la entrada del comedor a mano izquierda, no demasiado lejana del porche en el que habíamos comentado nuestra visita. Mesa redonda, espaciosa, con un centro formado por las 3 rocas antes mencionadas y flanqueada por una mesa auxiliar de donde sale parte de los cubiertos, se ubica el vino elegido, etc.
El menú estaba ya elegido de antemano por nosotros – optamos por el Clásico sin maridarlo con vinos – con lo que la ‘presión’ de la elección de los platos estaba totalmente mitigada.
Empezando con el menú en sí comenzamos con los aperitivos de bienvenida, Ya es tradición en El Celler de Can Roca iniciar la experiencia con una selección denominada ‘Comerse el mundo’, la cual combina ingredientes y mezclas de sabores descubiertos por los hermanos Roca en sus periplos estivales por el mundo. Son unos bocados de tamaño mínimo pero de máxima expresión en cuanto a sabor se refiere y se presentan inicialmente bajo una especie de representación del planeta Tierra.
En concreto empezamos con un plato típicamente mexicano: un burrito de mole poblano y guacamole.
Para continuar con sabores turcos, unos de los que más nos gustaron: Tartaleta de hoja de parra con puré de lentejas, berenjena y especias con shots de yogur de cabra y pepino.
A continuación la especialidad china: verduras encurtidas con crema de ciruelas.
Siguiendo con la marroquí, otra igualmente destacable: almendra, rosa, miel, azafrán, ras el hanout y yogur de cabra.
Para concluir con la coreana: pan frito con panco y panceta con salsa de soja, kimchi y aceite de sésamo.
Acabada la sesión de ‘Comerse el mundo’ era momento de volver a la tierra y en concreto a algo tan mediterráneo como las aceitunas, olivas caramelizadas presentadas en un bonsái de olivo.
Terminados los mini-bocados empezamos con otra buena selección de mini-platos y con cada uno de ellos su servicio correspondiente y su modo de presentarlo particular.
El Coral abrió esta ronda, un escabeche de percebes gallegos al laurel y albariño y Ceviche de dorada, una combinación inesperada pero exquisita.
Continuamos con el Bombón de carpano con pomelo y sésamo negro, el cual se debe comer de un solo bocado y cuya mezcla del alcohol del carpano con el pomelo resulta bastante sorprendente.
Posteriormente el Crujiente de maíz con corteza de cochinillo ibérico, un sabor mucho más reconocido pero igualmente chocante en cuanto a originalidad se refiere.
Seguimos con el Bombón de Trufa, no muy distinto del anterior y con una ‘técnica’ de degustación idéntica.
Para terminar con el Brioche de Trufa, tercera variación del anterior.
Terminada esta ronda comienza el momento de la verdad en el restaurante y para acompañar a los tan esperados platos principales se ofrecen unos panes exquisitos, muchos de ellos con sabores individuales, desde el de nueces al brioche de tomate pasando por panes de vino, aceite, etc.
Si bien a partir de este momento en muchos de los casos se ofrecía la posibilidad de escoger siempre entre 2 alternativas de plato la verdad es que decidimos compartir la mayoría de los mismos y así poder probar tan distintos sabores.
El primer plato que llegó a la mesa fue un Timbal de manzana y Foie Gras con aceite de vainilla, una combinación menos sorprendente pero que combinaba perfectamente sabores muy contrapuestos.
La alternativa del anterior fue la Contessa de espárragos blancos y trufa, un plato que sí que sorprende ya no solo por la combinación de ambos ingredientes sino por la masa helada que forman basándose en la conocida tarta heladera.
El siguiente plato que se ofreció sin alternativa – a Dios gracias ya que es uno de los platos estrella del restaurante – fue la Gamba con vinagre, gamba de Palamós, jugo de la cabeza, patas crujientes, velouté de gamba, gamba marinada en vinagre de arroz. La gamba se sirve a la brasa y con un sabor a mar absolutamente preponderante en la combinación.
Proseguimos con un Lenguado a la brasa con jugo de olivas verdes, hinojo, piñones, bergamota y naranja, pescado clásico protagonista de una combinación sorprendente y una mezcla de sabores y colores digna de mención.
Y por continuar con el pescado, la Escudella de bacalao, ñoquis de patata, terrina de brandada, y col y tripita de bacalao, versión en pescado del cocido típico de la zona.
Volvimos a las alternativas y a las carnes en concreto una vez más encabezadas por la Oca a la royal, una carne con un sabor muy marcado y que provoca sensaciones contrapuestas de aceptación o rechazo.
O la opción del Cochinillo a la Rioja, pera con canela, arándanos con vainilla, naranja con clavo de olor y regaliz con cacao, otro ejemplo de plato tradicional reinventado y reflexionado hasta límites insospechados.
De postre la Nube de limón, crema de bergamota, compota de limón, granizado de agua destilada de limón, helado de magdalena y azúcar de limón.
A continuación la Anarkía de chocolate con múltiples tipos de cacao entremezclados.
Para finalizar con un potente Postre láctico, dulce de leche, helado de leche de oveja, espuma de cuajada de oveja, yogurt de oveja y nube.
Después de la enumeración de platos la verdad es que uno agradece haber escogido el menú Clásico y no el Festival ya que son muchos los platos y mucha la combinación de sabores muy distintos.
Al acabar la comida pasó a saludar el maestro sumiller Josep Roca, el cual es la cercanía hecha persona y que con todo amabilidad nos explicó gran parte de la historia del restaurante, su filosofía de negocio, su vinculación tremendamente familiar, etc. antes de proceder a guiarnos en un recorrido por la bodega primero y la cocina después con todo lujo de detalles en cuanto a explicaciones se refiere.
Bodega de El Celler de Can Roca
La bodega es un punto y aparte ya que no en vano ‘celler’ se traduce como bodega. Más de de 40.000 botellas y 2.800 referencias distintas, argumentos suficientes para definir algo único.
Como comentábamos anteriormente preferimos no maridar vinos distintos con cada plato – por ello de lo numeroso de los platos y de las múltiples mezclas entre caldos y comida que se podrían genera.
En concreto los vinos con los que comimos fueron:
Albet i Noya Cava El Celler Brut D.O. Penedés, para los aperitivos.
Joh. Jos. Prum Sonnenuhr 08 Kabinet V.D.P. Mosel en blanco.
Idus 08 D.O. Qa Priorat en tinto.
Sobremesa en El Celler de Can Roca
En El Celler de Can Roca uno disfruta del pre y del post tanto en el porche como en la mesa; el ambiente es tan relajado y la filosofía tan clara en cuanto a transmitir tranquilidad y dejar disfrutar al comensal que la sobremesa es una parte fundamental de la experiencia gastronómica. Los cocktails y combinados son múltiples y capaces de satisfacer todos los gustos, alcohólicos y menos alcohólicos.
Servicio de El Celler de Can Roca
Si lo de Josep Roca se destaca sobremanera – nos imaginamos que habríamos dicho lo mismo de haber conocido a Joan y o a Jordi – lo de los camareros que nos sirvieron rayó la perfección durante toda la comida. Un 10, no se puede añadir más.
Precio
Dos son las posibilidades de menú. Un menú de clásicos por 155 € que si se acompaña del maridaje seleccionado por Josep Roca se incrementa en 55 € y el menú Festival el más largo e innovador cuyo precio es de 190 € y el maridaje de 90 €. Como apuntábamos anteriormente no es posible comer a la carta.
Conclusión
El Celler de Can Roca es uno de esos sitios que uno no pude dejar de conocer antes de dejar el Mundo donde vivimos, un paraíso de sensaciones y un festival de platos que, si bien menos rompedores y a la vez originales que en otros restaurantes igual o más galardonados, no defraudan al comensal y representan a la perfección un tipo de cocina familiar y regional con unos toques de sofisticación y mezcla de sabores muy resaltables.
Multimedia
Fotos
Todas las fotos, junto con las que hicimos del interior del local, se pueden ver aquí, en nuestro mural de Rincones Secretos en Flickr. Si no es fácil encontrar la información os recomendamos que visitéis nuestras galerías personales en Flickr (naialor –aquí-, monthy –aquí- y marylebone – aquí-) ya que está toda la información mejor organizada por carpetas. En cualquier caso, el álbum de El Celler de Can Roca está – aquí -.
Acceso a fotografías
- Galería de fotos del restaurante: Pincha Aquí
- Grupo Rincones Secretos en Flickr: Pincha aquí
- Galería personal de monthy: Pincha aquí.
- Galería personal de marylebone: Pincha aquí.
- Galería personal de naialor: Pincha aquí.